Igual de recurrido (si no más) que el orégano, el tomillo es otro protagonista de la cocina mediterránea. El tamaño de la planta es más pequeño, apenas unos 30 centímetros, por lo que se puede plantar sin problemas en una maceta o jardinera. Además aguanta muy bien las sequías y crece en cualquier tipo de suelo, de hecho es habitual encontrar tomillo a los márgenes y senderos.
Como ingrediente se utiliza en elaboración de purés, sopas, carnes en la barbacoa y guisos con legumbres y verduras. Su potente aroma además de hacer más apetitosa la comida, sirve para ahuyentar mosquitos en verano. Las hojas del tomillo contienen hierro, calcio y magnesio; y los aceites esenciales elaborados con él funcionan como antirreumáticos. Como el orégano, es muy buen antiséptico, algo de lo que ya se aprovechaban en Egipto cuando embalsamaban a los difuntos.