Una de las personas que recibe ayuda de la iglesia de San Juan de Letrán, Aida Machin, de 86 años, sostiene una fotografía de ella de joven en el departamento de su hija Bertha More en La Habana, Cuba.
Por Andrea Rodríguez
Por la puerta de madera labrada de uno de los salones de la casona que ocupa la comunidad de laicos católicos de Sant’Egidio, dos jóvenes entran con una bandeja de emparedados y refrescos, tal vez, la única comida que probarán ese día una decena de indigentes que esperan sentados en un semicírculo en blancas sillas de plástico.
“A veces uno amanece hasta con el bolsillo vacío”, dijo Ernesto Gutiérrez a The Associated Press, un policía retirado de 66 años, quien luego de separarse de la mujer con la que vivía hace siete años, se quedó en la calle, sin hogar, una cama o un baño.
Gutiérrez es beneficiario del programa para los sin techo que ofrece esta comunidad católica y que no sólo les entrega una merienda cada viernes, sino también un lugar para asearse, ropa, servicios médicos, apoyo emocional y ayuda para que se reinserten a la sociedad.
Cuando el Papa llegue a Cuba el 19 de septiembre podrá ser testigo de primera mano sobre cómo miles de habitantes de la isla obtienen beneficios de proyectos sociales o educativos de la Iglesia católica, algo inimaginable en la nación caribeña hace décadas atrás cuando diversas iglesias y el estado mantenían tensas relaciones.
Trabajo independiente
Silenciosamente en los últimos años, la iglesia se convirtió una de las pocas instituciones independientes de Cuba en extender su trabajo no sólo a sectores clave que el estado controla celosamente, como la alimentación, la salud o la educación; sino también a la formación de emprendedores o la creación de bibliotecas con best sellers y acceso a computadoras.
“Hay una coincidencia de bien”, reflexionó Rolando Garrido, médico de profesión y director de la Comunidad de Sant’Egidio, cuya sede local se encuentra en la populosa Habana Vieja. “El Estado se ha dado cuenta de que esta acción social de la iglesia es portadora de bien”.
La Sant’Egidio también suele llevar a adolescentes voluntarios a asilos de ancianos y organiza talleres de artesanía, escuelas deportivas y jornadas de repaso escolar. Según Garrido, unas 5,000 personas se benefician de estos proyectos en cinco localidades del país.