Desde octubre de 2013 más de 63.000 niños han sido detenidos en la frontera de EEUU (AP/Ross D. Franklin)
Sobrevivieron a la travesía hacia el Norte: a La Bestia, a los coyotes, a los narcos, a la guardia fronteriza… Regresaron semanas después, en avión, cuando el sueño de una nueva vida en Estados Unidos se transformó en una deportación incomprensible, en inglés. Y en las conocidas calles de San Pedro Sula u otra ciudad centroamericana, los encontró la muerte.
Los niños y adolescentes centroamericanos que han acaparado los titulares de prensa en Norteamérica en los últimos meses, protagonizan ahora una odisea menos sensacional. De vuelta a casa, la pobreza y las maras los reciben con los brazos abiertos. Algunos intentan escapar nuevamente, otros mueren antes de emprender la huida. Alimentan un macabro remolino que muchos políticos han ignorado por falta de voluntad, de recursos, o por miopía frente a una crisis cuyas consecuencias se sentirán durante mucho tiempo.