“Never stop…”
Alexia pasó lentamente sus manos por el vestido ajustado que tanto había luchado por ponerse. Aun no se acostumbraba a la sensación de encierro que le provocaba aquella prenda, sintiendo cómo sus cotillas se comprimían ligeramente, y no pudiendo moverse libremente. Se cuestionó por décima vez si había tomado la decisión correcta; era alguien completamente distinta. Cualquiera que reposara su mirada en aquella mujer, no lograría reconocerla en lo más mínimo: vestido de marca, maquillaje, joyería, tacos.
Comenzó a arrepentirse de su imagen, dudando de su capacidad para portar tal elegancia. No podía negar que se sentía poderosa, y hasta un poco sensual, pero la falta de confianza se dejaba notar. No es que nunca se haya arreglado para una salida, o que evite el maquillaje cada vez que pueda. No, en el diccionario de Alexia Brooks, “femenina” era una palabra importante, pero no primordial.
Un golpeteo en la puerta llamó su atención, y cada uno de sus pasos hacia la entrada del baño de la escuela, significaba un aumento considerable de su pulso. No dudó ni un segundo, estaba segura de que Stephen era quien le esperaba detrás de la puerta. Fue cuando la abrió, que la mirada burlona de su pareja le sacudió los nervios. Ella, mirándole con falsa seguridad, se forzó a sí misma para que no haya rastro de miedo visible.
“Dime que traes algo más cómodo en el auto, Alexia.” Stephen dijo, mientras daba un paso hacia adelante y sostenía con una mano el rostro de su amada.
“¿Qué te han dicho de mí?” Preguntó con rapidez, y se maldijo por lo bajo al notar el tono de voz desesperado que había utilizado.
Hacía unas semanas, Stephen recibió la invitación que a la que ella tanto le temía. La primera reunión de alumnos luego de su graduación en la secundaria. Alexia no conocía a ninguno de ellos, puesto que su relación había comenzado tan solo ocho meses atrás, más de un año después de que él terminase la escuela. Los nervios, y el complejo estético típico de la adolescente que ella aun no superaba, aparecieron sin más. Buscaba nada más que quedar bien ante todas las mujeres que pisaran ese salón; quería enorgullecer a su novio, más que nada en el mundo.
Stephen pasó su mano derecha por su mentón, intentando buscar las palabras adecuadas para la situación. Sus ojos emanaban dulzura, cosa que Alexia notó al instante, reconfortándola.
“Honestamente, me han dicho solo cosas buenas de ti.” Dijo, tomándola de los hombros. “Pero si eso significa que tú tengas que cambiar, entonces, no estoy de acuerdo con ellas. Escucha, no importa quiénes sean, cómo se vistan, de qué familia vengan. La única aquí, en todo el edificio, eres tú.” Terminó por decir, bajando la voz a medida que terminaba su pequeño discurso. Acercando rápidamente su rostro, dejó un suave beso en los labios de Alexia, mientras ella se relajaba y cambiaba por completo su postura ante la situación. Al separarse, él estiró su antebrazo, y Alexia posó su mano en él.
"Ahora, ve y muéstrales de quién soy.” Dijo, mientras una sonrisa pícara se dejaba ver entre sus labios.
Yyyyyyyyy eso es todo
espero que te guste, linda 